El mundo obrero vive en estado de cuaresma permanente. Pues si se
echa un vistazo a los orígenes, podemos recodar la penitencia de salir
de los pueblos, hacinarse en los tugurios de las ciudades, las largas y
extenuantes jornadas laborales, la privación constante de dignidad y
derechos…
Pero el caso es que, si se echa un vistazo al momento presente, nos
encontramos más de lo mismo. Camuflado bajo la propaganda de la
libertad y el consumo, el mundo obrero sigue sufriendo y sometido. Y
el mundo juvenil, como los brotes de la primavera, son exponentes iniciales
de tanto dolor.
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