"Y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó
en un pesebre, porque no había sitio para ellos en la posada"
(Lc. 2, 7).
El Hijo de Dios sufre la exclusión. Para él, tampoco hay vivienda:
"no tiene donde reclinar la cabeza" (Lc. 9, 58). Va a vivir y padecer
la condición de los desplazados. Hace suya la inestabilidad y
precariedad de quienes se ven privados de sus derechos elementales.
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