Cuando salir del país se convierte en la única posibilidad. Eso es lo que muchos y muchas jóvenes, y cada vez más, están pensando y están viviendo estos últimos meses. La generación de jóvenes mejor preparada no tiene cabida en España porque nuestro país no ha sido capaz de adaptar y modernizar su economía y su sistema productivo.
Más allá del análisis económico que podamos hacer sobre la crisis en España, nos interesan los proyectos de vida que muchas personas jóvenes tienen ahora que construir (o reconstruir). Con una tasa de desempleo juvenil que ya supera el 50% una gran parte de la juventud tiene que hacer las maletas y abrirse puertas en un mercado laboral que cada vez entiende menos de fronteras. Esta fuga o éxodo de cerebros comenzó con un perfil de jóvenes más o menos acomodados: 25 a 30 años, currículo cualificado, dominio de idiomas y sin cargas familiares, que emigraban fundamentalmente a Alemania (especialmente ingenieros/as), Francia y Reino Unido (fisioterapeutas y enfermeros/as).
Pero el perfil de joven que emigra puede estar cambiando. Cada vez son más los que se van. En 2011 lo hicieron medio millón de jóvenes españoles. Y ello significa que este perfil de joven emigrante ya no es tan "selecto". Y el abanico de países tampoco. Polonia, Noruega, Argentina, Chile, Uruguay, Brasil, Angola, Mozambique... comienzan a ser destinos habituales de muchos jóvenes españoles que ven su futuro muy incierto en un país como España en el que se habla ya con normalidad del fenómeno calificado de una generación perdida que pone sus ojos en el extranjero en el intento de ver algo de luz al final de un oscuro túnel marcado por el paro, la precariedad y la falta de oportunidades.
Por tanto, no se trata ya sólo, como puede haber ocurrido en los últimos años, de jóvenes que emigran a otros países en busca de un mejor status profesional, por la mayor cualificación o remuneración que podían encontrar fuera. Se trata ahora de una emigración por necesidad. De una salida. De una resignación a tanto tiempo en paro y búsqueda de un empleo que no llega. De no poder poner en práctica aquello en lo que uno se ha formado y ha estudiado. La generación joven de hoy ha conocido a una España receptora de inmigrantes que venían a nuestro país en búsqueda de un futuro mejor. O, simplemente, en búsqueda de un futuro. Y, quizá, la generación joven del mañana conocerá una España emisora de emigrantes.
No se puede pensar entonces que el trabajo no es lo nuclear de la persona, lo que va construyendo su itinerario vital, sus proyectos familiares, sus posibilidades afectivas, de ocio, de cultivo de una espiritualidad.... La JOC y el conjunto de la Iglesia debemos situarnos ante este nuevo panorama que afecta a tantos jóvenes. Nuestra identidad e historia de misión son un camino y una experiencia que puede aportar mucho y acompañar a una juventud que está saliendo también hoy a una misión: la búsqueda de un futuro que permita construir su vida.
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