Malos tiempos para la lírica. Y malos tiempos para los jóvenes. En un tiempo de recortes y sacrificios, y con ellos, el presente y el futuro de muchos jóvenes se está dinamitando. Los mercados financieros, Europa y la clase política no tienen ningún pudor en aplicar políticas sin contar con la voz de los jóvenes, y sin tener tampoco en cuenta la repercusión que sobre los jóvenes tienen y van a tener esas políticas.

Baste el ejemplo del "#debate" electoral entre Rajoy y Rubalcaba. Ni una palabra ni una propuesta para los jóvenes. Eso sí, la mitad del debate hablando de pensiones, porque hay que pelear por el voto de los pensionistas: "Yo subí más las pensiones". "No, fui yo". "Miente, fui yo, usted las bajó". "Eso es una insidia, fui yo y mi partido (el burro delante, eso sí)".

Mientras asistimos a este lamentable espectáculo, los gobiernos de uno y otro color atienden las demandas liberales de incrementar la edad de jubilación. O, lo que es sinónimo, se retrasa la edad de incorporación de los jóvenes a su primer empleo. Se proponen también recortes en políticas sociales (escandaloso y terrible el panorama en educación y sanidad) o se aplican reformas laborales que no solucionan la escandalosa cifra de desempleo juvenil y se proponen otras que impiden la negociación colectiva, frenan las prestaciones por desempleo e incrementan la temporalidad y precariedad de los contratos.

Es hora por tanto de romper con esas etiquetas de apatía y pasividad que se han utilizado en tiempos recientes para definir a la juventud. Es hora de tomar la palabra, las calles y las plazas de nuestros barrios y de trabajar en colectivo por una verdadera participación social y política donde los jóvenes recuperemos el protagonismo. Sólo así construiremos el futuro que queremos. De otra manera, nos construirán un futuro donde los jóvenes seguiremos siendo los invisibles perjudicados de la crisis.